Los hombres viejos y rotos de Guantánamo
22.5.23
Andy Worthington
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 20 de junio de 2023
Abd al-Hadi al-Iraqi, el más incapacitado físicamente de los 30
prisioneros que siguen en Guantánamo, cuyo tratamiento médico inadecuado en la
prisión fue recientemente condenado en un duro reporte de la ONU.
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En meses recientes, una historia que seguido está
sumergida en Guantánamo — el envejecimiento de las víctimas de tortura con
requerimientos médicos complejos en aumento, atrapados en un sistema judicial
fragmentado y la inhabilidad del gobierno estadounidense para cuidarlos de
manera adecuada — ha resurgido a través de un número de reportes que están, finalmente,
alumbrando los aspectos más obscuros de un maligno experimento de 21 años que,
a lo largo de todo este tiempo, ha arrastrado los nichos más obscuros de la
captividad estadounidense.
A través de los años, aquellos de nosotros que hemos
dedicado nuestras energías a cerrar la prisión en Guantánamo hemos tendido a
enfocarnos en la liberación de los prisioneros que no han sido acusados de
algún crimen, desde los años de Bush, cuando, sin mucha resistencia, George W.
Bush liberó a dos tercios de los
779 hombres y
niños abatidos de manera tan fortuitamente en los años posteriores a
los ataques el 11/9 y la invasión encabezada por Estados Unidos de Afganistán,
sacando prisioneros de Guantánamo ha sido, cada vez más, parecido a sacar
sangre de una piedra.
Aparte de un breve periodo de tiempo, del 2008 al
2010, cuando la ley finalmente llegó a Guantánamo a través
de habeas corpus (antes de que los cínicos jueces de apelaciones la
quitaran nuevamente), salir de Guantánamo ha involucrado sobrepasar la inercia
del gobierno (de varios años bajo Obama) o de abierta hostilidad (con Trump),
repetidos procesos
de revisión administrativos caracterizados de extrema cautela en
relación a los prisioneros jamás acusados de algún crimen y contra quienes la
supuesta evidencia es, por decir algo, dudosamente (que llevó a más de 60
hombres adecuadamente descritos por los medios como “prisioneros para siempre”),
en docenas de casos en los que, cuando finalmente se aprobó la liberación
debido a la falta fundamental de evidencia, los hombres en cuestión han tenido
que esperar (a menudo por años) por nuevos hogares en terceros países.
Esto se debe a una variedad de razones: debido a que
todo el establecimiento de EE.UU. se ha negado a aprobar enviarlos a un país
considerado como riesgo de seguridad (en el caso de Yemen), porque es referido
como inseguro enviarlos a casa (más notablemente en el caso de los 22 uigures
de Guantánamo), porque no tenían país (en el caso de algunos palestinos, el
rechazo de Israel a permitirles regresar a casa) o porque los republicanos
insertaron disposiciones jurídicas anualmente en la Ley de Autorización de
Defensa Nacional (National Defense Authorization Act) que previene la
repatriación a un número de países prohibidos, incluyendo Afganistán, Libia,
Somalia y Sudán.
Cuando Joe Biden se convirtió en presidente, heredando
40 prisioneros de Donald Trump, el gobierno finalmente reconoció que era
inaceptable seguir deteniendo a los “prisioneros para siempre” de manera
indefinida sin cargos ni juicio y que 19 de los 22 “prisioneros eternos”
todavía detenidos en enero del 2021 han sido aprobados para
liberación, aunque la inercia típica en relación a Guantánamo y toda una
nueva serie de problemas de reubicación crecieron a raíz de que estos hombres
fueron aprobados para liberación significa que la mayoría de ellos siguen
detenidos.
Sin embargo, la prisión ahora alberga sólo
a 30 hombres y, con 16 de
ellos aprobados para liberación — aunque los activistas todavía necesitan seguir martillando> al gobierno
para lograr su liberación, en base a que salir de Guantánamo sigue siendo como sacar sangre de una piedra —
ahora hay una oportunidad, como nunca antes, de enfocarse en los otros 14
hombres detenidos, que mayormente son “detenidos de alto valor”, detenidos y
torturados en “sitios negros” de la CIA, a menudo por varios años, antes de su
llegada a Guantánamo entre el 2006 y 2008 y levantaron preguntas incómodas para
el gobierno en cuanto al estado en el que están, física y mentalmente, y lo que
los oficiales pretenden hacer con ellos.
Seis de ellos fueron acusados en el 2008 — cinco,
incluido Khalid Sheikh Mohammed, en conexión con los ataques del 11/9 y otro, Abd
al-Rahim al-Nashiri, en conexión con el ataque al USS Cole en el 2000. Gobiernos
sucesivos — desde Bush a Obama y de Trump a Biden — han sugerido que poner a
estos hombres en juicio demuestra que algo parecido a la justicia existe en
Guantánamo, pero sus casos han estado atorados por 15 años en audiencias
previas sin fin tipo “el día de la marmota”, mientras sus abogados buscan
exponer la tortura a la cual fueron sujetos, mientras que los fiscales buscan
esconderla.
En junio del 2013, un séptimo prisionero, Abd al-Hadi
al-Iraqi, otro “detenido de alto valor” que llegó a Guantánamo en el 2007,
también fue acusado (y aceptó un acuerdo negociado en junio) y en enero del
2021, justo mientras Trump dejaba el poder, tres otros “detenidos de alto
valor” transferidos a Guantánamo desde “sitios negros” en septiembre del 2006 —
Riduan Isamuddin (también conocido como Hambali), in indonesio y dos malayos, Modh
Farik Bin Amin y Mohammed Bin Lep — también acusados.
Tres de los otros cuatro hombres son “prisioneros para
siempre”, incluido Abu Zubaydah, para quien el programa de tortura de la CIA
post 11/9 fue desarrollado, en la errónea creencia de que era el número tres de
al-Qaeda y el cuarto es Ali Hamza al-Bahlul, que está cumpliendo una sentencia
de vida, en confinamiento solitario, después de un juicio unilateral en el que
se reusó a defenderse en octubre del 2008.
Confidencialidad obsesiva
Guantánamo siempre se ha definido por su confidencialidad. Aparentemente, esto ha sido por razones de seguridad
nacional, pero el tiempo ha pasado y se ha vuelto evidente que la
confidencialidad es principalmente un escudo diseñado para prevenir responsabilidad.
Tomó casi dos años y medio desde la apertura de la
prisión, el 11 de enero del 2002, para que los abogados lograran una victoria
en la Suprema Corte, en Rasul v. Bush, en junio del 2004, que les permitiera finalmente
comenzar a representar a hombres detenidos en Guantánamo e incluso en ese
momento cada palabra de las notas escritas a mano que tomaron en las reuniones
con sus clientes fue presuntamente clasificadas. Los abogados tenían que
entregar sus notas después de cada cita y tenían que viajar a un lugar seguro
del Pentágono en Virginia para verlas y enterarse si el contenido había sido
posteriormente desclasificado por un equipo de revisión del Pentágono.
En los casos de la masa de prisioneros ordinarios en
Guantánamo — soldados mal caracterizados como terroristas, civiles recogidos
por error — algunas de estas notas fueron posteriormente desclasificadas y
parte de la información en ellas eventualmente hizo su camino a los medios
mainstream, ayudando a revelar aspectos de las verdades escondidas de
Guantánamo.
Desde el inicio, sin embargo, cada palabra pronunciada
entre abogados y los “detenidos de alto valor” permaneció clasificada, evitando
ampliamente que el mundo exterior supiera algo acerca de ellos.
Mientras algo de información filtrada durante las
interminables audiencias pre-juicio, a través de la tenacidad de algunos
abogados de los prisioneros (el reporte del ICRC, basado en entrevistas con los
“detenidos de alto valor” después de su llegada a la prisión e septiembre del
2006, causó oleadas de shock cuando fue
filtrado en el 2009), no fue, sino hasta su publicación, en diciembre del
2014, del resumen ejecutivo del reporte extraordinario
del Comité de Inteligencia del Senado acerca del programa de tortura de la CIA
que algunos horrores particulares se hicieron públicos, en particular, en los
“sitios negros”, entre todas las amenazas de muerte, desnudez forzada,
privación del sueño, violencia física y submarino (tortura con agua)
interrogadores también realizaron exámenes rectales con “fuerza excesiva” y
algunos prisioneros fueron violados analmente con comida, con sus comidas
hechas puré insertadas en sus rectos.
Mustafa al-Hawsawi, fotografiado en Guantánamo por el Comité
Internacional de la Cruz Roja
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Descrito por el Guardian en ese momento “los prisioneros fueron sujetos a
‘alimentación rectal’, sin necesidad médica” y otro prisionero, Mustafa
al-Hawsawi, uno de los cinco hombres acusados de estar involucrados en los
ataques del 11/9, fue “diagnosticado después con fisuras anales, hemorroides
crónicas y ‘síndrome de prolapso rectal’”. En el 2016, cuando la situación
médica de al-Hawsawi era tan severa que se necesitó cirugía rectal, su abogado
defensor Walter Ruiz les dijo a los reporteros que al-Hawsawi “fue torturado en
sitios negros. Fue sodomizado”. Ruiz les recomendó que “no usaran término somo
penetración rectal o rehidratación rectal porque en realidad fue sodomía”,
añadiendo que, como resultado de su tortura, él tuvo que “reinsertar
manualmente partes de su cavidad anal” para poder defecar.
Empeorando las cosas, Guantánamo no está adecuadamente
equipado para lidiar con ningún tipo de cirugía complicada. Si el personal de
la base enfrentaba cualquier queja médica complicada, eran volados al
territorio para tratamiento, pero para los prisioneros no era posible — y
todavía no lo es al día de hoy. Desde el 2010, disposiciones jurídicas en la
Ley Nacional de la Autorización de Defensa previenen que cualquier prisionero
de Guantánamo sea enviado al territorio estadounidense por cualquier motivo,
incluyendo tratamiento médico urgente que no está disponible en la base naval.
El progresivo y alarmante deterioro físico de Abd al-Hadi al-Iraqi
A pesar de las asquerosas revelaciones, sin embargo, ha tomado más años para que la prohibición de que los prisioneros reciban
tratamiento médico en el territorio estadounidense resultara en repudio
internacional, aunque ha sido evidente desde el 2017 que Abd al-Hadi al-Iraqi, quien tiene una condición
degenerativa de espina dorsal, y es el prisionero más físicamente incapacitado
y envejecido de Guantánamo, enfrente parálisis por culpa de la prohibición.
Aunque “fue diagnosticado con estenosis espinal en
septiembre del 2010”, como explica el Centro para Víctimas de Tortura (Center
for Victims of Torture), al-Iraqi (cuyo nombre real es Nashwan al-Tamir, de 61
ó 62 años) “no recibió tratamiento quirúrgico hasta que su condición se
convirtió en severa siete años después, cuando ‘comenzó a experimentar pérdida
significativa de sensación en ambos pies y control de esfínteres’”. Subsecuentemente
“recibió cuatro cirugías adicionales realizadas en Guantánamo por especialistas
foráneos”, debido a la prohibición, pero sigue sufriendo y podría necesitar
cirugía adicional.
El pasado mes de junio, al-Iraqi, quien parece haber
sido un comandante militar en lugar de alguien involucrado en terrorismo,
aceptó un acuerdo negociado, sobre el cual reporté
aquí, y que, es justo decir, fue ofrecido sin duda por las autoridades
estadounidenses porque no quieren publicidad negativa acerca de otro prisionero
muerto en Guantánamo o que termine completamente paralizado. Bajo los términos
del acuerdo negociado, será elegible para ser liberado en junio del próximo
año, dándole tiempo al gobierno estadounidense para “encontrar una nación
compasiva que lo reciba y le dé cuidado médico de por vida”, explicó Carol
Rosenberg para el New York Times, así como detenerlo mientras cumple el resto de
cualquier sentencia que sea decidida para él por el jurado militar, aunque es posible
encontrar a un país adecuado es otro asunto.
En enero de este año, un número de expertos de derechos humanos de la ONU, incluyendo al
relator especial en la promoción y protección de derechos humanos y libertades
fundamentales mientras contrarrestando el terrorismo, Fionnuala Ní Aoláin,
finalmente condenaron al gobierno estadounidense por el tratamiento de
al-Iraqui en un
reporte de 18 páginas que fue presentado el 11 de enero (el día del 21º
aniversario de la apertura de la prisión), después de que tuviera su séptima
cirugía, que no fue hecha pública hasta finales de marzo.
En el reporte, expertos expresaron su preocupación “en
relación a la situación de salud declinante del Sr. al-Tamir derivada de la
supuesta falta de disponibilidad, servicios de cuidado accesible y adecuado,
tratamiento, diagnósticos e instalaciones razonables requeridas debido a su
incapacidad, trauma mental y físico, edad mayor, religión y nacionalidad, entre
otros”, y también expresaron su preocupación acerca de su salud mental, acerca
del “uso de fuerza y tratamiento degradante” y “los impactos negativos
potenciales en su condición de salud, su acceso a la justicia y el derecho a
una defensa completa”.
Fionnuala Ní Aoláin visitó Guantánamo posteriormente,
en la que es la primera visita jamás realizada por un experto de la ONU, porque
todos los intentos anteriores habían sido impedidos “por la hostilidad del
gobierno estadounidense o porque, por parte de los oficiales, no pudieron
ofrecer garantías de que las reuniones con los prisioneros no serían
monitoreadas”, como expliqué en un
artículo en febrero y su reporte, cuando sea emitido, sin duda contribuirá
significativamente a aumentar la presión sobre el gobierno de Biden para que
libere a todos los que no han sido acusados y para encontrar una solución
aceptable y humana a los casos de aquellos atrapados en el inadecuado sistema
de juicio de comisión militar.
La verdad escondida acerca del daño cerebral infringido a Ammar al-Baluchi por la
CIA
Ammar al-Baluchi, quien sufrió de daño cerebral como resultado de
tortura por parte de la CIA en “sitios negros” antes de su llegada a Guantánamo
en septiembre del 2006.
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El caso de Al-Iraqi no es el único que ha surgido de
la secrecía atrapada en Guantánamo para avergonzar al gobierno estadounidense. El
marzo pasado, justo antes de que se anunciara su acuerdo negociado, algunos de
los abogados tenaces que mencioné anteriormente — el equipo legal de Ammar
al-Baluchi, uno de los cinco hombres acusados de participar en los ataques del
11/9 — aseguraron acceso a un reporte del Inspector General de la CIA del 2018,
que previamente les escondieron, en el que, como describe el Guardian, se concluye que al-Baluchi, desnudo, “fue usado como
un maniquí vivo para enseñarle a los interrogadores en entrenamiento, que se
formaban para tomar turnos en golpear su cabeza contra la pared de madera
contrachapada, dejándolo con daño cerebral”.
El alcance del daño cerebral fue revelado cuando un neuropsicólogo
“realizó una resonancia magnética en la cabeza de Baluchi a finales del 2018”,
como describió el Guardian, y “encontró ‘anormalidades’ indicando daño
cerebral de moderado a severo’ en partes de su cerebro, afectando la formación
de recuerdos y recuperación al igual que la regulación del comportamiento”. El
especialista también descubrió que “las anormalidades observadas eran consistentes
con herida cerebral traumática”.
En enero de este año, se descubrieron más problemas de
salud de al-Baluchi cuando una resonancia magnética reveló que tiene un pequeño
tumor localizado en su columna. Como explicó el Middle East
Eye, expertos médicos
independientes dijeron que era “probable que fuera un meningioma vertebral”,
que normalmente es benigno, pero que “eventualmente afectará los nervios
motores o sensoriales mientras crece” — destacando, nuevamente, el desafiante
ambiente médico en Guantánamo, mientras surgen los siempre crecientes problemas
médicos.
El equipo de defensa de Al-Baluchi es encabezado por James
Connell y Alka Pradhan, a quienes conozco desde hace muchos años y, en marzo,
cuando me reuní con Connell cuando él visitó Londres, se me ocurrió el título
para este artículo durante una discusión acerca del sufrimiento de los
prisioneros que están envejeciendo en Guantánamo, el fracaso de las autoridades
estadounidenses en brindarles el tratamiento adecuado y otro hecho poco
conocido — que estos hombres pueden parecer más viejos de lo que son. En el
2014, cuando Abd al-Hadi al-Iraqi fue procesado, Carol Rosenberg reportó que
“parecía significativamente más viejo que su foto pre-captura”, y cuando Connel
describió a al-Beluchi para mí como un hombre viejo, física y mentalmente,
añadió rápidamente que sólo tiene 45 años.
El mes pasado, Patrick Hamilton, jefe del Comité Internacional de la Cruz Roja para la delegación de Estados Unidos y Canadá,
visitó Guantánamo durante una de las visitas regulares del ICRC, por primera
vez desde el 2003, cuando era un intérprete pashtu a principios de su carrera y
notó que, en un extraña declaración pública del ICRC,
“me golpeó en particular cómo aquellos que siguen detenidos están
experimentando síntomas de envejecimiento acelerado, empeorados por los efectos
acumulados de sus experiencias y años en detención”, añadiendo que “sus
necesidades de salud física y mental están creciendo y convirtiéndose cada vez más en desafiantes”.
Hamilton también mencionó que “mientras que las
autoridades actuales están ofreciendo algunas soluciones temporales, existe una
necesidad para un enfoque más comprensivo si Estados Unidos continúa a
detenerlos por más años” y, como continuó explicando, “todos los detenidos
deben recibir cuidado médico adecuado que sea para condiciones mentales y
físicas en deterioro — ya sea en la base naval de la bahía de Guantánamo o en
otro lugar. Esto incluye emergencias médicas. Al mismo tiempo, se debe dar
consideración a adecuar la infraestructura para las necesidades cambiantes de
los detenidos e incapacidades, así como las reglas que gobiernan sus vidas
diarias”.
Acuerdos negociados
Las observaciones y sugerencias del ICRC, por supuesto, añadirán presión sobre el presidente Biden para que resuelva asuntos
relacionados al cuidado de prisioneros que están envejeciendo, que, hasta que
su administración tomó el poder, habían sido amplia o completamente ignorados,
aunque, como mencionó el autor estadounidense Moustafa Bayoumi en un gran perfil de Ammar al-Baluchi publicado en el Guardian la semana pasada, un paso hacia adelante fue tomado en
marzo del 2022, cuando los fiscales en las comisiones militares, conmovidos por
un devastador recuento de tortura que dio
Majid Khan, un ex mensajero arrepentido de al-Qaeda, en su sentencia en
octubre del 2021 y que llevó a siete de ocho oficiales en su jurado militar a
recomendar clemencia, finalmente reconocieron que su muy anhelado sueño de
exitosamente condenar y ejecutar a KSM y a sus cuatro supuestos cómplices fue
insostenible y que los acuerdos negociados era la única manera de continuar
hacia adelante.
Como explicó Moustafa Bayoumi, “en marzo del 2022, el
gobierno se acercó a los equipos defensores en el juicio del 11/9 para acuerdos
negociados. Mientras que los detalles no han sido hechos públicos, los amplios
contornos han sido reportados. Los hombres se declararían culpables y, el
gobierno, a cambio, dejaría de buscar la pena de muerte. Desde que el congreso
pasó la ley prohibiendo cualquier transferencia de detenidos al territorio
estadounidense, las sentencias probablemente se terminarían de servir en
Guantánamo. La duración de la sentencia sería trabajada de manera individual
para cada uno de los cinco”.
Bayoumi también explicó que los legisladores también
tendrían que estar involucrados en tomar decisiones acerca de muy específicas
“condiciones de confinamiento, rehabilitación de tortura y cuidado médico
adecuado” que sería necesario para que los acuerdos fueran exitosamente
negociados, aunque, después de 14 meses, nada se había escuchado de Caroline
Krass, la consejera general del Departamento de Defensa, que tendría que estar de
acuerdo con las propuestas y quien, “tal vez problemáticamente”, como lo puso
Bayoumi, “también fue consejera general de la CIA entre 2014 y 2017”.
A pesar del retraso, no veo cómo las soluciones
destacadas arriba, que también cuentan con el apoyo de la ONU y el ICRC (por
sus siglas en inglés) pueden ser, al final, evitadas, con los acuerdos
negociados también extendidos a Abd al-Rahim al-Nashiri, Hambali y sus dos
supuestos cómplices y con Ali Hamza al-Bahlul en confinamiento solitario al que
ha sido sujeto por los últimos 14 años y medio, no por diseño, per se, como
expliqué en un
artículo en diciembre, pero porque el colapso general de las comisiones
militares significó que otros prisioneros que supuestamente compartirían su
celda jamás se materializaron.
Los “prisioneros para siempre” que quedan
Además, planes para un centro pueden dar
“rehabilitación de tortura y cuidado médico adecuado”, pero sin ser una
prisión, podría ser la única solución práctica para los otros hombres todavía
detenidos para quienes la liberación parecería improbable — algunos, o los tres
que quedan como “prisioneros para siempre”.
Abu Zubaydah fotografíado en Guantánamo en años recientes.
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De los tres, por mucho el más conocido es Abu Zubaydah, la primera víctima del programa de tortura, estuvo cuatro años y
medio en “sitios negros” de la CIA antes de ser transferido a Guantánamo en
septiembre del 2006 con otros 13 “detenidos de alto valor”. En detalle forense,
Cathy Scott-Clark y Adrian Levy, unieron la historia más inaguantable de su
tortura para el libro publicado el año pasado titulado “The Forever Prisoner” y el
documental del mismo nombre también realizado por Alex Gibney.
Más recientemente, como reporté en detalle el mes pasado en un artículo titulado “Las Naciones
Unidas condenaron el encarcelamiento de 21 años de Abu Zubaydah como detención
arbitraria y sugiere que el sistema de detención de Guantánamo “podría
constituir crímenes de lesa humanidad”, el Grupo de Trabajo en
Detención Arbitraria de la ONU concluyó que su encarcelamiento de 21 años
constituye detención arbitraria y exigieron su liberación y compensación por el
calvario que le destruyó la vida, y justo la semana pasada hubo un renovado
enojo por su tratamiento y todo el programa de tortura post 11/9, cuando el
Centro de Política e Investigación de la Universidad de derecho Seton Hall en
Estados Unidos, cuyo director, Mark Denbeaux, es uno de sus abogados, publicó un nuevo
reporte acerca de su tortura, ilustrado con sus propios dibujos, que fue
publicado por el Guardian y retomado en todo el mundo.
Sin embargo, si bien no dudo que el gobierno de Biden será sacudido por el reporte de la ONU en particular, el cual describí como “la
condena más devastadora por parte de un cuerpo internacional que jamás ha sido
emitida en relación a las políticas de detención en la ‘guerra contra el
terror’, tanto en los ‘sitios negros’ de la CIA como en Guantánamo” liberarlo
— incluso si una decisión para aprobar su liberación es finalmente inminente,
después de su reciente PRB (Junta de revisión periódica) en julio del 2021 que
fracasó en llegar a esa decisión — no es un asunto fácil.
Aunque creció en Arabia Saudita, Abu Zubaydah no tiene
nacionalidad saudí, porque sus padres eran palestinos, como resultado de, no
pertenece a ningún Estado. Y, aunque exista un fuerte argumento humanitario
para que un tercer país le ofrezca un nuevo hogar, es, siendo honesto, difícil
imaginar que un país se ofrezca ayudarlo sin que Estados Unidos se embarque en
una ofensiva de encanto — que involucre beneficios indecibles para el país
anfitrión — que recientemente se realizó para asegurar la
reubicación de Majid Khan a Belice, en la cual, en el caso de Abu Zubaydah,
requeriría que el gobierno estadounidense repudiara de manera muy pública todos
los alegatos equivocados que ha hecho a través de los años acerca de su
participación con al-Qaeda, potencialmente abriendo las compuertas de para
reclamos de encarcelamiento ilegal que sin duda quieren mantener controlados,
de ser posible.
Sospecho otros dos “prisioneros para siempre” también
enfrentan problemas similares — Abu Faraj al-Libi, otro “detenido de alto
valor” llevado a Guantánamo en septiembre del 2006 y Muhammad Rahim, un libio
también referido como “detenido de alto valor” que fue el último en llegar a
Guantánamo, en marzo del 2008.
A Al-Libi, quien también sufre de problemas relacionados con su tortura, le
aprobaron su encarcelamiento en curso sin cargos ni juicio por una PRB el
pasado mes de agosto, en base a su supuesta participación con al-Qaeda, mientras
que Rahim, también acusado de lo mismo, tuvo su encarcelamiento en curso sin
cargos ni juicio sostenido
en abril. Incluso si ambos hombres aseguraran una recomendación para
liberación en sus próximas PRBs, realmente ninguno puede ser repatriado, y, al
igual que con Abu Zubaydah, es difícil imaginar que un tercer país se postule
como voluntario para ofrecerles un nuevo hogar sin un nivel alto de extraordinaria
intervención en los más altos niveles del gobierno.
Además, de los 16 hombres todavía detenidos que han sido aprobados para ser liberados, pero continúan encarcelados, dos — un
tunecino y un musulmán de Rohingya que, se reportó, tiene ciudadanía paquistaní
— también son particularmente problemáticos para la autoridad, porque, aunque
fueron aprobados para liberación hace más de 13 años, se han reusado
persistentemente a participar con las autoridades en relación a su liberación. También
sospecho que uno o dos podrían tener problemas si son reubicados, ya sea por
motivos de salud que requieren apoyo considerable por parte del país anfitrión
o debido a asociaciones terroristas todavía adheridas a ellos, aunque se aprobó
unánimemente su liberación por un proceso de revisión gubernamental de alto
nivel.
Prácticamente, entonces, para concluir esta revisión de los obstáculos que todavía se interponen en el camino del cierre de
Guantánamo, la conclusión más realista es que se tendrían que construir una
prisión y una instalación que no lo sea, para poder proveer “rehabilitación de
tortura y cuidado médico adecuado” por el tiempo en el que los hombres en
cuestión — tal vez la mitad de los 30 que siguen ahí — permanezcan con vida.
El costo, una vez que las insanamente costosas comisiones militares sean abandonadas, será una fracción de la mitad de billón
de dólares al año que actualmente cuesta operar la prisión, pero lo mínimo que
el gobierno puede — y debe — proveer como precio de su responsabilidad por
romper las leyes domésticas e internacionales y tratados en relación a los
prisioneros y su tratamiento después del 11/9.
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